Capacidad de liderazgo, excelentes resultados, trabajo en equipo, voluntad y esfuerzo, comunicación efectiva… ¿Qué es lo que más necesitamos para triunfar en nuestra carrera profesional?
¿Alguna vez te has encontrado en una reunión de trabajo y has tenido una idea que has terminado por no compartir porque pensaste al final que no merecía la pena? O en alguna presentación a la que has acudido, ¿no has hecho esa pregunta que te quemaba los labios por miedo a parecer tonta o simplista? O quizá cuando se te presentó aquella oportunidad – un nuevo puesto, una promoción, o simplemente optar a una selección- ¿la desechaste pensando que no eras suficiente para ella, por algún motivo o por otro?
Si te has reconocido en alguna de estas situaciones, quiero contarte que Hace unos meses, en WOMENUP preguntamos a más de 350 mujeres y hombres profesionales que seleccionaran, entre 34 propuestos, los tres factores más importantes para el éxito profesional. Las mujeres nos dijeron, como el factor número uno y sin lugar a dudas, “Seguridad en ti misma”. Y sin embargo, para los hombres, este concepto ni siquiera apareció en el podio ganador.
Quiero compartir tres ideas quizá sorprendentes que no son tan conocidas sobre la confianza personal.
1. La confianza no nace, se hace…en gran medida. Tendemos a pensar que uno nace con confianza en sí mismo, y si no, está averiado. Miramos con envidia a aquel colega, jefe o amigo que resplandece confianza por los cuatro costados y soñamos pensando qué hubiera sido de nuestra carrera si hubiéramos nacido así. Estudios científicos hoy día, tales como los de Steve Suomi, del National Institute of Health en Washington DC, o de Robert Plomin, especialista en comportamiento genético del King´s College de Londres, , apoyan que la confianza personal puede explicarse genéticamente hasta un máximo de un 50%, mientras que otros expertos sostienen que solamente estaría en el rango del 25%. El resto está compuesto por nuestras experiencias, educación y vivencias a lo largo de toda nuestra vida.
2. La confianza es una capacidad y como tal se puede adquirir. La confianza no es un don, ni siquiera un talento. Es una capacidad, y por tanto, se puede entrenar, desarrollar y adquirir. La confianza en uno mismo no se refiere a la cuestión de si somos capaces de realizar una tarea, sino de nuestra propia evaluación o creencia acerca de si somos capaces de realizarla. El trabajo de la profesora de psicología de Stanford Carol Dweck sobre lo que ella define “the growth mindset” (mentalidad de crecimiento) es una muestra apasionante de este aspecto. Dweck ha encontrado que las personas que tienen más éxito y se sienten más realizadas siempre creen que pueden mejorar y aprender cosas nuevas. A menos que pienses que naciste con un grupo de características fijas que no puedes cambiar, deberías creer que eres capaz de aprender nuevas capacidades y ello debería posibilitarte acometer nuevas actividades o intentar hacerlas con más confianza.
3. Tener confianza es tu decisión. Piénsalo: el impacto último de la confianza es la acción. El tener confianza en ti misma te lleva a hacer cosas: a pedir algo que necesitas, a expresar tu opinión en una situación conflictiva, aplicar a esa vacante a la que pensabas que no podías acceder, a entrar sola en un evento y conversar con gente, a tener esa conversación que estabas retrasando. Y cuando actúas, es algo que decides tú. No es algo esotérico sobre lo que no tienes control lo que te impide o permite avanzar, sino tu propia voluntad de actuar lo que determina tu acción.
Mi resumen es este: tú puedes construir tu confianza. Pero tienes que querer hacerlo; no es un viaje fácil ni corto. Necesitas probar, fallar y volver a levantarte. Y necesitas hacerlo muchas veces. Necesitas probar, primero a pequeña escala, para ir creciendo gradualmente. Necesitas también fallar rápido, para volver a intentarlo, sin que hayas perdido una gran inversión. Con cada fallo, con cada caída, construyes un ladrillo más en tu fortaleza de confianza. Cada vez te darás más cuenta de que fallar es normal y cada vez serás más capaz de aceptarlo. Entenderás que el coste de fallar no es tan alto como crees; ni haces el ridículo, ni quedas como tonta, ni eres una inútil, ni se acaba el mundo ni te echarán de tu empresa. Y cuando consigas un éxito, por pequeño que sea, has puesto el cemento a ese ladrillo: ese ya no se cae y sobre ese ladrillo estará tu base para construir el siguiente.
Así que ya sabes: siempre que tengas ocasión, aunque te parezca pequeña, sal de tu zona de confort, atrévete y actúa. Actúa, aunque dudes, lánzate y acumula el resultado. Sea uno u otro, construyes cada vez tu fortaleza, tu ingrediente secreto para el éxito: tu confianza en ti misma.